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Vida y legado de al-Tabari.

Abu Ja’far Muhammad ibn Jarir al-Tabari, conocido comúnmente como al-Tabari o Ibn Jarir al-Tabari, fue uno de los más destacados eruditos e historiadores del mundo musulmán durante la Edad de Oro islámica. Su legado, que abarca una amplia gama de disciplinas, incluye contribuciones significativas a la exégesis del Corán, la historia islámica y la literatura árabe. Sin embargo, el momento y las circunstancias exactas de su muerte han sido objeto de debate entre los estudiosos a lo largo de los siglos.

Al-Tabari nació en la ciudad persa de Amol, en la provincia de Tabaristán (actualmente en Irán), en el año 839 d.C. A lo largo de su vida, adquirió una vasta erudición en diversas ramas del conocimiento, incluyendo la jurisprudencia islámica, la gramática árabe, la historia y la teología. Se convirtió en una figura influyente en los círculos intelectuales de su tiempo y estableció una reputación como uno de los principales eruditos del mundo musulmán.

Una de las obras más destacadas de al-Tabari es su monumental «Historia de los Profetas y Reyes» (Ta’rikh al-rusul wa’l-muluk), también conocida simplemente como «La Historia» (Al-Tarikh). Esta obra, que consta de 39 volúmenes en su versión completa, es una crónica exhaustiva que abarca desde la creación del mundo hasta el año 915 d.C. Al-Tabari compiló información de una amplia variedad de fuentes, incluyendo textos históricos, crónicas, tradiciones orales y obras de geografía y astronomía. Su enfoque riguroso en la recopilación y verificación de datos lo convirtió en una autoridad respetada en el campo de la historiografía islámica.

Además de su obra histórica, al-Tabari también es conocido por su comentario exegético del Corán, titulado «Jāmi’ al-bayān ‘an ta’wīl āy al-Qur’ān» («La recopilación de explicaciones sobre la interpretación de las versículos del Corán»). Este comentario, que consta de treinta volúmenes, es una obra monumental que analiza versículo por versículo del Corán, proporcionando interpretaciones lingüísticas, jurídicas, históricas y teológicas.

A pesar de su inmensa contribución al conocimiento islámico, el final de la vida de al-Tabari está envuelto en cierto misterio. Según algunas fuentes, murió en Bagdad en el año 923 d.C., a la edad de 84 años. Se dice que fue enterrado en un cementerio cercano a Bagdad, aunque no se ha identificado con certeza su tumba.

Sin embargo, otras fuentes ofrecen relatos contradictorios sobre la muerte de al-Tabari. Algunas crónicas afirman que murió en el año 923 d.C. durante un viaje a Damasco, mientras que otras sugieren que falleció en su ciudad natal de Amol. Estas discrepancias han llevado a debates entre los historiadores sobre el lugar y las circunstancias exactas de su muerte.

Independientemente de las incertidumbres que rodean su fallecimiento, el legado de al-Tabari perdura hasta nuestros días a través de sus numerosas obras, que continúan siendo objeto de estudio y análisis en todo el mundo musulmán y más allá. Su enfoque riguroso en la recopilación y verificación de datos, así como su profundo conocimiento de diversas disciplinas, lo han convertido en una figura venerada en la historia intelectual del Islam. Su influencia se extiende mucho más allá de su propia época, y su legado sigue siendo una fuente de inspiración para estudiosos y académicos en todo el mundo.

Más Informaciones

Abu Ja’far Muhammad ibn Jarir al-Tabari, cuya sobrenombre «al-Tabari» se deriva de su ciudad natal, Tabaristán, en la antigua Persia (hoy Irán), nació en el año 839 d.C. y pasó la mayor parte de su vida en Bagdad, el centro intelectual del mundo musulmán en ese momento. Desde una edad temprana, mostró un talento excepcional para el aprendizaje y se dedicó al estudio de diversas disciplinas, incluyendo la gramática árabe, la jurisprudencia islámica, la teología y la historia.

La ciudad de Bagdad, bajo el patrocinio de los califas abasíes, era un crisol de culturas y conocimientos en la época de al-Tabari. Los círculos intelectuales y académicos de la ciudad eran vibrantes y estaban llenos de debates y discusiones sobre una amplia gama de temas. Al-Tabari se sumergió en este ambiente intelectual y pronto se destacó como uno de los principales eruditos de su generación.

Su obra más famosa, «La Historia», es una crónica monumental que abarca desde la creación del mundo hasta el año 915 d.C. En esta obra, al-Tabari recopila y presenta una amplia gama de información histórica, incluyendo eventos políticos, militares, sociales y culturales. Utiliza una variedad de fuentes, incluyendo textos históricos, crónicas, tradiciones orales y obras de geografía y astronomía, para construir una narrativa detallada de la historia del mundo según la perspectiva islámica.

Además de su trabajo como historiador, al-Tabari también es conocido por su exégesis del Corán. Su comentario del Corán es una obra monumental que analiza versículo por versículo del texto sagrado del Islam, ofreciendo interpretaciones lingüísticas, jurídicas, históricas y teológicas. Este comentario, que consta de treinta volúmenes, sigue siendo una referencia importante para los estudiosos del Corán y la exégesis islámica.

A lo largo de su vida, al-Tabari mantuvo una actitud abierta y receptiva hacia el conocimiento, y estuvo dispuesto a aprender de una amplia variedad de fuentes, tanto islámicas como no islámicas. Se relacionó con eruditos de diversas tradiciones religiosas y culturales, y su obra refleja una riqueza de influencias y perspectivas.

En cuanto a su muerte, las fuentes históricas ofrecen relatos divergentes. Algunas crónicas indican que murió en Bagdad en el año 923 d.C., mientras que otras sugieren que falleció durante un viaje a Damasco o en su ciudad natal de Amol. Aunque no se ha establecido con certeza el lugar y las circunstancias exactas de su muerte, su legado perdura a través de sus numerosas obras, que continúan siendo objeto de estudio y análisis en todo el mundo musulmán y más allá. Su enfoque riguroso en la recopilación y verificación de datos, así como su profundo conocimiento de diversas disciplinas, lo han convertido en una figura venerada en la historia intelectual del Islam. Su influencia se extiende mucho más allá de su propia época, y su legado sigue siendo una fuente de inspiración para estudiosos y académicos en todo el mundo.

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