Tracto interno y digestivo

Síntomas del sangrado gástrico

El sangrado gástrico: Síntomas, diagnóstico y tratamiento

El sangrado gástrico es una condición médica seria que ocurre cuando hay pérdida de sangre en el estómago. Este tipo de sangrado puede ser provocado por diversas causas, como úlceras, gastritis, lesiones o enfermedades subyacentes más complejas. Identificar los síntomas de este trastorno a tiempo es crucial para evitar complicaciones graves. A continuación, se abordarán en detalle los síntomas más comunes, el diagnóstico, los métodos de tratamiento y las posibles complicaciones del sangrado gástrico.

¿Qué es el sangrado gástrico?

El sangrado gástrico, también conocido como hemorragia gástrica, se refiere a cualquier tipo de pérdida de sangre que ocurre en el estómago. Esta condición puede ser aguda o crónica y puede tener orígenes diversos, tales como úlceras pépticas, erosiones de la mucosa gástrica, esófago de Barrett, o complicaciones de trastornos como la cirrosis hepática. El sangrado puede variar en intensidad, desde pequeños rastros de sangre en las heces hasta una hemorragia masiva que pone en peligro la vida del paciente.

Causas comunes del sangrado gástrico

El sangrado en el tracto gastrointestinal superior puede originarse por diversas patologías. Entre las más comunes se incluyen:

  1. Úlceras gástricas y duodenales: Las úlceras pépticas son uno de los factores más frecuentes en el sangrado gástrico. Estas lesiones en la mucosa del estómago o duodeno pueden erosionar los vasos sanguíneos y provocar hemorragias.

  2. Gastritis: La inflamación de la mucosa gástrica, conocida como gastritis, puede causar sangrado, especialmente cuando es crónica. Las causas de la gastritis incluyen infecciones bacterianas (como Helicobacter pylori), consumo excesivo de alcohol o de antiinflamatorios no esteroides (AINEs).

  3. Varices esofágicas: En personas con enfermedades hepáticas graves, como la cirrosis, las venas del esófago pueden dilatarse y romperse, lo que provoca hemorragias significativas. Este tipo de sangrado puede ser particularmente grave y requiere atención médica urgente.

  4. Tumores gástricos: El cáncer gástrico o los tumores benignos en el estómago también pueden ser responsables de la hemorragia. Estos crecimientos pueden ulcerarse y sangrar.

  5. Lesiones físicas o traumas: En algunos casos, un trauma físico o una intervención quirúrgica en el estómago pueden dañar los vasos sanguíneos y provocar sangrados.

Síntomas del sangrado gástrico

Los síntomas del sangrado gástrico pueden variar según la causa y la gravedad del sangrado. Sin embargo, los síntomas más comunes incluyen:

  1. Vómitos con sangre (hematemesis): El vómito con sangre es uno de los síntomas más preocupantes del sangrado gástrico. La sangre en el vómito puede ser de color rojo brillante (en caso de sangrado reciente) o de color marrón oscuro, similar a los posos de café (si el sangrado es más antiguo). Esta es una señal clara de que hay un sangrado activo en el estómago.

  2. Heces oscuras o con sangre (melena): La presencia de heces de color negro, pegajosas o alquitranadas es otro signo de sangrado gastrointestinal. Esto indica que la sangre ha sido digerida parcialmente, lo que sugiere que el sangrado proviene de una parte más alta del tracto digestivo, como el estómago.

  3. Dolor abdominal: El dolor o la molestia en el abdomen es común en las personas con sangrado gástrico. Este dolor puede ser sordo o intenso, dependiendo de la causa subyacente del sangrado. En el caso de las úlceras, el dolor suele empeorar después de comer.

  4. Fatiga y debilidad: La pérdida de sangre puede llevar a una disminución de los niveles de hemoglobina, lo que provoca fatiga, debilidad y palidez. En casos graves, puede llevar a una anemia significativa.

  5. Presión arterial baja (hipotensión): La pérdida masiva de sangre puede hacer que la presión arterial caiga, lo que puede provocar mareos, desmayos o un colapso.

  6. Náuseas y vómitos: Los vómitos, en especial si están acompañados de sangre, son una señal de alerta que requiere atención médica inmediata.

Diagnóstico del sangrado gástrico

El diagnóstico de un sangrado gástrico se basa en una combinación de la historia clínica del paciente, la evaluación física y varios estudios diagnósticos. Algunos de los procedimientos más comunes incluyen:

  1. Endoscopia digestiva alta (gastroscopia): Este es el método diagnóstico más eficaz para detectar el origen del sangrado. Durante una endoscopia, un médico inserta un tubo flexible con una cámara en el extremo (endoscopio) a través de la boca del paciente, permitiendo la visualización directa del esófago, estómago y duodeno. Si se detecta una úlcera o lesión, puede tratarse en el mismo procedimiento.

  2. Análisis de sangre: Los análisis de sangre, incluidos el hemograma completo y los niveles de hemoglobina y hematocrito, pueden ayudar a evaluar la severidad de la hemorragia y detectar signos de anemia.

  3. Pruebas de heces: El análisis de las heces puede mostrar la presencia de sangre oculta, lo que ayuda a determinar si hay sangrado en el tracto gastrointestinal superior.

  4. Pruebas de función hepática: Si se sospecha que el sangrado se debe a varices esofágicas relacionadas con cirrosis hepática, se realizarán pruebas de función hepática y, posiblemente, una ecografía del hígado.

  5. Tomografía computarizada (TC) o resonancia magnética (RM): En casos más complejos, especialmente cuando el origen del sangrado no es claro, se pueden realizar estudios por imagen para identificar posibles tumores o lesiones.

Tratamiento del sangrado gástrico

El tratamiento del sangrado gástrico depende de la causa subyacente, la gravedad del sangrado y la salud general del paciente. Algunas de las opciones de tratamiento incluyen:

  1. Tratamiento médico inicial: En caso de hemorragias leves, se pueden administrar medicamentos para reducir la producción de ácido gástrico, como los inhibidores de la bomba de protones (IBP). Si el sangrado se debe a una infección por Helicobacter pylori, se indicará un tratamiento antibiótico.

  2. Endoscopia terapéutica: Si el sangrado se detecta durante una endoscopia, se pueden utilizar varias técnicas para detener la hemorragia, como la coagulación con láser, la inyección de medicamentos hemostáticos o la colocación de clips endoscópicos.

  3. Intervenciones quirúrgicas: En casos graves o cuando otras medidas no tienen éxito, se puede requerir una intervención quirúrgica para extirpar la úlcera, detener el sangrado o tratar lesiones más serias.

  4. Transfusiones sanguíneas: Si el sangrado es masivo y el paciente presenta anemia grave, puede ser necesario realizar una transfusión de sangre para estabilizar su condición.

  5. Tratamiento de la causa subyacente: En el caso de varices esofágicas, cirrosis o tumores, el tratamiento se centrará en abordar la causa subyacente. En algunos casos, se pueden utilizar medicamentos para reducir la presión en las venas del esófago o procedimientos como la ligadura de varices.

Prevención y manejo a largo plazo

La prevención del sangrado gástrico se basa en abordar los factores de riesgo. Para evitar las úlceras, la gastritis y otros trastornos gástricos, se recomienda:

  • Evitar el consumo excesivo de alcohol y tabaco.
  • Limitar el uso de medicamentos antiinflamatorios no esteroides (AINEs) y consultar a un médico antes de tomarlos regularmente.
  • Seguir un tratamiento adecuado para infecciones por Helicobacter pylori.
  • Mantener una dieta equilibrada, evitando alimentos irritantes para el estómago.

El seguimiento médico regular es esencial para las personas con antecedentes de úlceras, gastritis o enfermedades hepáticas crónicas.

Conclusión

El sangrado gástrico es una condición que puede tener graves consecuencias si no se detecta y trata a tiempo. La identificación temprana de los síntomas, como el vómito con sangre, heces oscuras y dolor abdominal, es crucial para evitar complicaciones. A través de un diagnóstico adecuado, que incluye endoscopia y análisis de sangre, y un tratamiento oportuno, es posible controlar el sangrado y mejorar el pronóstico del paciente. Sin embargo, la prevención, que implica evitar factores de riesgo y mantener un estilo de vida saludable, sigue siendo la mejor estrategia para reducir la incidencia de esta peligrosa afección.

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