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La Antigua Capital de Jordania

La historia de las capitales en el mundo árabe es fascinante y, en particular, la de Amán, la actual capital de Jordania, tiene un trasfondo rico en transformaciones. Sin embargo, para comprender mejor la evolución de la capital jordana, es importante conocer su antigua denominación y cómo llegó a convertirse en la ciudad próspera y moderna que conocemos hoy. El nombre de la capital jordana de antaño no es solo una simple cuestión de etimología, sino que está profundamente vinculado a los cambios históricos, las influencias culturales y la interacción de diversos pueblos a lo largo de los siglos.

El nombre antiguo de Amán: «Rabba Ammon»

Antes de convertirse en la moderna ciudad de Amán, la región que ahora ocupa la capital jordana estuvo habitada por diversas civilizaciones, cada una de las cuales dejó su huella en el desarrollo y el nombre de la ciudad. La referencia más antigua que se tiene de la zona proviene del siglo XIII a.C. y está relacionada con los amonitas, un pueblo semítico que habitaba la región de Transjordania. En aquella época, la ciudad era conocida como Rabba Ammon, que en algunos textos antiguos aparece también como Rabbath Ammon o Rabat Ammon.

El término «Rabba» se traduce como «ciudad» o «capital», lo que hace que «Rabba Ammon» signifique literalmente «la ciudad de Amón». Los amonitas, en su mayoría, adoraban al dios semítico Amón, una deidad que tenía gran relevancia en las antiguas culturas del Levante. La ciudad de Rabbath Ammon estaba situada en una colina elevada, lo que le otorgaba una posición estratégica para el control de los territorios circundantes, especialmente durante los periodos en que los amonitas fueron una potencia regional. La ciudad se convirtió en la capital del reino de Amón, que estaba en constante conflicto con otras potencias vecinas, como Israel y Filistea.

El legado de los filisteos y la conquista romana

Después de la caída de los amonitas, la región pasó por varias etapas de dominación, entre ellas la de los filisteos y la de los babilonios. Con la expansión del imperio romano, la ciudad de Rabbath Ammon fue conocida bajo el nombre latino Philadelphia, en honor al rey Ptolomeo II Filadelfo de Egipto, quien fundó varias ciudades con el mismo nombre en honor a su hermano. Durante el periodo romano, la ciudad floreció, ya que se encontraba en una importante ruta comercial entre Damasco y la costa mediterránea.

La influencia romana en la ciudad fue significativa; el urbanismo de Philadelphia se adaptó a las características de las ciudades romanas, con la construcción de un foro, teatros y templos dedicados a los dioses del panteón romano. Con el tiempo, Philadelphia pasó a formar parte de la provincia romana de Arabia Petraea, lo que consolidó aún más su importancia como centro comercial y cultural en la región.

La transformación bajo el dominio islámico

Tras la expansión del Islam en el siglo VII, la región pasó a formar parte del califato árabe, y Philadelphia comenzó a perder parte de su prominencia. Aunque se mantenía como una ciudad significativa, fue desplazada por otras ciudades de mayor importancia administrativa en la región, como Damasco y Bagdad. Sin embargo, su ubicación estratégica y su importancia histórica no se perdieron por completo. Durante la Edad Media, la ciudad fue parte del Emirato de Transjordania, y aunque su nombre continuó siendo Philadelphia en algunas fuentes, el término «Amán» comenzó a usarse con mayor frecuencia para referirse a la ciudad.

El nombre «Amán» deriva del antiguo «Ammon», el pueblo semítico que habitaría la región en tiempos prehistóricos. La adopción del nombre moderno de Amán refleja una forma de continuidad cultural con la antigua población amonita. No obstante, la ciudad perdió su importancia en comparación con otras metrópolis islámicas y pasó a ser una pequeña población rural en los siglos posteriores.

Amán en tiempos modernos: La capital de Jordania

La ciudad de Amán, como la conocemos hoy, comenzó a transformarse durante el periodo del Mandato Británico, que empezó en 1920. En ese entonces, Amán era una ciudad pequeña, con una población mayoritariamente beduina. Sin embargo, cuando Jordania obtuvo su independencia en 1946, Amán fue elegida como la capital del nuevo reino jordano. A partir de ese momento, la ciudad experimentó un rápido crecimiento, gracias a las políticas del rey Abd Allah I y sus sucesores, quienes decidieron invertir en la infraestructura de la ciudad y desarrollarla como un centro administrativo, político y económico.

En las décadas siguientes, Amán se transformó en una de las ciudades más dinámicas y cosmopolitas de la región. El crecimiento económico, impulsado por la industria, el comercio y la modernización, trajo consigo una expansión de la población, que pasó a ser cada vez más diversa, con una mezcla de árabes jordanos, palestinos, sirios, iraquíes, y otros grupos. La ciudad pasó a ser un importante eje de conexión entre Oriente y Occidente, y hoy en día es conocida por su vibrante vida cultural, su arquitectura moderna y su papel clave en la diplomacia árabe.

La Amán de hoy

Hoy en día, Amán es una de las ciudades más modernas y desarrolladas de la región, un referente de estabilidad y crecimiento en el Medio Oriente. Sin embargo, su pasado sigue presente en cada rincón de la ciudad. Los vestigios de la antigua Rabbath Ammon, como el teatro romano, las ruinas del templo de Hércules y el castillo amonita en la cima de la colina Jabal al-Qalaa, son testamentos tangibles de la rica herencia histórica que ha forjado a esta ciudad.

A pesar de la modernización, los jordanos continúan siendo profundamente conscientes de la importancia histórica de su ciudad y de las distintas culturas que han influido en ella. La antigua capital de Ammon, Rabbath Ammon, dejó una marca indeleble en la identidad de la Jordania contemporánea, un legado que persiste en la cultura, la lengua y la arquitectura de la ciudad.

En conclusión, el nombre antiguo de Amán, Rabba Ammon, refleja la influencia de las civilizaciones que han pasado por la región, desde los amonitas hasta los romanos, los bizantinos, los musulmanes y los británicos. La ciudad no solo ha sido testigo de la historia, sino que la ha vivido, transformándose en un crisol de culturas que ha mantenido su relevancia a lo largo de los siglos. Hoy, Amán no solo es la capital política de Jordania, sino también un símbolo de resiliencia, desarrollo y modernidad en el mundo árabe.

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