El término «Jenún al-Baqar», traducido como «locura de las vacas», es una expresión en árabe que se popularizó durante el brote de la enfermedad de las vacas locas en la década de 1980 y 1990. Esta enfermedad, conocida científicamente como encefalopatía espongiforme bovina (EEB), causó una crisis en la industria ganadera y generó preocupación pública por la seguridad de la carne de vacuno y los productos derivados.
La encefalopatía espongiforme bovina es una enfermedad neurodegenerativa que afecta al ganado vacuno. Se caracteriza por la acumulación de priones anormales, proteínas plegadas de manera incorrecta, en el cerebro y el sistema nervioso central de los animales afectados. Estos priones anormales provocan daños en el tejido cerebral, lo que conduce a síntomas neurológicos graves y, finalmente, a la muerte del animal.

El origen preciso de la EEB aún no se comprende completamente, pero se cree que está relacionado con el uso de harinas de carne y hueso en la alimentación del ganado. Estas harinas, elaboradas a partir de restos de animales, pueden contener priones causantes de la enfermedad. Cuando el ganado consume estas harinas contaminadas, los priones ingresan a su sistema digestivo y eventualmente alcanzan el sistema nervioso central, donde causan la enfermedad.
La crisis de la EEB alcanzó su punto máximo en la década de 1990, especialmente en el Reino Unido, donde se registraron miles de casos de vacas infectadas. Se descubrió que la enfermedad podía transmitirse a los humanos a través del consumo de carne contaminada, lo que provocó preocupación por la seguridad alimentaria y llevó a importantes cambios en las prácticas de cría de ganado y en la regulación de la industria cárnica.
Los síntomas de la EEB en el ganado vacuno incluyen cambios de comportamiento, dificultades para caminar, pérdida de peso, problemas neurológicos y, en etapas avanzadas, dificultades para mantenerse en pie. Estos síntomas suelen manifestarse varios meses después de la infección y, lamentablemente, no existe cura para la enfermedad. Una vez que un animal muestra signos clínicos de EEB, generalmente es sacrificado para evitar la propagación de la enfermedad y proteger la salud pública.
En respuesta a la crisis de la EEB, se implementaron diversas medidas para prevenir la propagación de la enfermedad y proteger la salud de los consumidores. Estas medidas incluyeron la prohibición del uso de harinas de carne y hueso en la alimentación del ganado, el establecimiento de sistemas de vigilancia epidemiológica para detectar y controlar brotes de la enfermedad, y la introducción de controles más estrictos en la cadena de suministro de carne de vacuno.
A pesar de estas medidas, la EEB sigue siendo motivo de preocupación en algunas regiones del mundo, y se continúan realizando investigaciones para comprender mejor su epidemiología y desarrollar estrategias más efectivas de prevención y control. Además, el impacto económico y social de la crisis de la EEB en la industria ganadera y en la confianza del consumidor en la seguridad de los productos cárnicos ha sido significativo y duradero.
En resumen, la locura de las vacas, o encefalopatía espongiforme bovina, es una enfermedad neurodegenerativa que afecta al ganado vacuno y que causó una crisis en la industria ganadera y en la seguridad alimentaria durante la década de 1980 y 1990. Aunque se han implementado medidas para prevenir la propagación de la enfermedad y proteger la salud pública, la EEB sigue siendo motivo de preocupación y se requiere una vigilancia continua y esfuerzos de investigación para abordar eficazmente este problema.
Más Informaciones
La encefalopatía espongiforme bovina (EEB), comúnmente conocida como la «enfermedad de las vacas locas», es una patología neurodegenerativa que afecta al ganado bovino. Su nombre deriva de la característica aparición de espacios vacíos en el tejido cerebral, lo que le confiere un aspecto esponjoso. Esta enfermedad pertenece a un grupo de trastornos neurodegenerativos conocidos como encefalopatías espongiformes transmisibles (EET), que afectan a varias especies de mamíferos, incluidos los seres humanos.
La EEB se clasifica como una enfermedad priónica, lo que significa que está causada por priones, agentes infecciosos compuestos principalmente de proteínas que han sufrido un cambio conformacional y se han vuelto patogénicos. Estos priones anormales tienen la capacidad de inducir cambios en la estructura de las proteínas normales en el cerebro, lo que conduce a la formación de agregados insolubles y, en última instancia, a la destrucción de las células nerviosas.
La transmisión de la EEB se ha relacionado principalmente con el consumo de alimentos contaminados con priones, especialmente harinas de carne y hueso elaboradas a partir de despojos animales. Se cree que la práctica de alimentar a los rumiantes con harinas de origen animal, incluidas aquellas provenientes de animales infectados con la EEB, ha sido un factor importante en la propagación de la enfermedad. Una vez ingeridos, los priones pueden atravesar la barrera intestinal y propagarse al sistema nervioso central del animal, donde causan daños progresivos.
La EEB puede tener un período de incubación prolongado, lo que significa que los animales infectados pueden no mostrar síntomas durante meses o incluso años. Una vez que aparecen los síntomas clínicos, que pueden incluir cambios en el comportamiento, dificultades para caminar, pérdida de peso, incoordinación motora y, en etapas avanzadas, la incapacidad para mantenerse en pie, el curso de la enfermedad suele ser rápido y fatal.
Además del impacto en la salud animal, la EEB también plantea preocupaciones importantes para la salud humana. Se ha demostrado que la variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (vECJ), una forma rara y mortal de encefalopatía espongiforme humana, está relacionada con el consumo de productos cárnicos contaminados con priones de la EEB. Aunque los casos de vECJ son extremadamente raros, la posibilidad de transmisión de la enfermedad de las vacas locas a los seres humanos ha generado preocupación y ha llevado a la implementación de medidas de seguridad alimentaria más estrictas en muchos países.
La crisis de la EEB en la década de 1980 y 1990 tuvo un impacto significativo en la industria ganadera, así como en la confianza del público en la seguridad de los productos cárnicos. Como resultado, se implementaron una serie de medidas regulatorias y de control para prevenir la propagación de la enfermedad y proteger la salud pública. Estas medidas incluyeron la prohibición del uso de harinas de carne y hueso en la alimentación del ganado, la identificación y eliminación de animales infectados, la implementación de programas de vigilancia epidemiológica y el establecimiento de controles más estrictos en la cadena de suministro de carne de vacuno.
A pesar de los esfuerzos para controlar la enfermedad, la EEB sigue siendo motivo de preocupación en algunas regiones del mundo, y se continúan realizando investigaciones para comprender mejor su epidemiología, desarrollar métodos de detección más precisos y buscar posibles tratamientos o vacunas. La vigilancia continua y la colaboración internacional son fundamentales para prevenir brotes futuros y garantizar la seguridad alimentaria y la salud pública en relación con la enfermedad de las vacas locas.